La Catalina eleva su canto y presenta “GOLONDRINA” un disco de poéticas melodías inspiradas en la naturaleza de su territorio
Esta producción se puede escuchar íntegramente en plataformas de streaming el primer trabajo de estudio de La Catalina. Un disco lleno de matices y poesía que será presentado en vivo el próximo 5 de abril en el Centro Cultural Espacio en Construcción de la ciudad de Valdivia.
El álbum debut de la cantante y compositora valdiviana Catalina Alarcón es un disco lleno de matices y poesía inspirado en la naturaleza de su ciudad natal. Disponible desde este viernes 22 de marzo en todas las plataformas digitales, “Golondrina” es una invitación a conectar con el paisaje sureño y un imaginario compuesto por diversos tonos y contrastes; un vuelo musical de emotivas melodías y letras que hablan sobre anhelos, nostalgia, añoranzas, amores y desamores.
“Golondrina se convirtió en el fruto de un proceso personal de aprender a decir adiós, a la Tierra y a los amores, así como a las ideas que tenía sobre mí misma; encontré un lugar seguro en la música y en la poesía para expresarme y quise compartirlo con el mundo, porque creo que las canciones son puentes muy únicos para conectar con las personas”, cuenta La Catalina, quien inició su carrera musical
como tecladista y cantante, para luego explorar las percusiones y ritmos afroperuanos. Tras colaborar en proyectos como Astromelia y Nano Celeste, La Catalina encauzó su camino solista como cantautora, desde entonces se ha presentado en diversos escenarios locales tanto en festivales y ciclos musicales como en bares e instancias conmemorativas de la comunidad LGBTIQ+ y feministas.
Compuesto por seis canciones y un poema, el viaje sonoro de “Golondrina” nos lleva hacia sonidos latinoamericanos con aires de huayno entre los que se cuelan tintes de cueca; una fusión entre lo libre y lo clásico, entre música de raíz y balada pop inspirada en voces femeninas de todos los tiempos. Un canto cálido, latente y valiente, que se acompaña de vientos, cuerdas, percusiones y piano para festejar a la naturaleza, sus ciclos, la vida y la muerte: “Si tuviera que etiquetar de alguna forma estas primeras canciones, las llamaría pop latinoamericano, pero la creatividad no tiene límites y seguiré
explorando más géneros y sonoridades de aquí a futuro”, declara.
De esta manera, las siete piezas que componen el disco son: Golondrina, una oda a las aves migratorias que van y vuelven a sus lugares de nidificación, cuenta una historia de amor fugaz, de entrega, separación y aceptación; Quema, canción sobre el dolor profundo, escrita para piano y voz a la que se sumó cuarteto de cuerdas y voces; Cuando baje el sol, nacida de la nostalgia que emana de aquello que se ama y no está más; Animala, sobre la añoranza del bosque y una metáfora sobre la vida y las estrellas; Verdiazul, una canción de amor a la tierra natal, al espíritu verde-azul del bosque, de los ríos, humedales y mar; Dime adiós, una carta de despedida en forma de balada pop, y Décima al canto, un poema con imágenes en las que el acto y la energía de cantar están presentes.
Acompaña a La Catalina una banda conformada por Pablo Díaz (piano y guitarra), Pablo Belmar (contrabajo), Salvador Amaru (batería), Catalina Fuentes (coros y flauta traversa) y Valentina Ocampo (coros y clarinete). El disco será presentado en vivo con un concierto íntimo el próximo viernes 5 de abril a partir de las 20.00 horas en el Centro Cultural Espacio en Construcción. Abrirá el encuentro la cantautora osornina Baluente.
Participaron del disco: Daniella Rivera, Mónica Betancourt, Valentina Maza y David Brandenburg en cuarteto de cuerdas; Mariela González en batería; Salvador Amaru en cajón y pandero; Felipe Canales en contrabajo; Valentina Ocampo en armonías vocales, y Catalina Fuentes en armonías vocales y flauta traversa. El cuatro venezolano y la voz principal son de Catalina Alarcón.
“Golondrina” fue producido y mezclado por Pablo Díaz, autor de la mayor parte de los arreglos musicales. La masterización fue hecha por Arturo Zegers y el arte del disco fue obra de la fotógrafa valdiviana Daniela Sepúlveda.