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EL RUGIR DEL PUEBLO Y EL DESAFÍO DE LOS INTELECTUALES CRÍTICOS

A 30 años del famoso y mal llamado “consenso de Whashington”, los supuestos beneficios y camino al desarrollo que prometía el FMI y el Banco Mundial, no fue más que un vil engaño del capital transnacional, para logran un control total. Aquella imposición de reformas estructurales – porque en ningún caso fue un consenso, fue uno de los actos de la mas clara expresión de dominación y práctica autoritaria – sino la profunda duración de la desigualdad.

La acumulación y concentración de la riqueza en unos pocos, es a penas la expresión más evidente del resultado de aquellos ajustes estructurales. Ello se expresa de múltiples y complejas redes de poder, que en el 90% de la población, generan frustraciones, angustias interminables para poder cubrir las deudas de salud, de vivienda, de educación, de servicios básicos, es la angustia de vivir con una pensión que no alcanza para satisfacer las necesidades básicas. Es el miedo constante a quedar sin empleo, o a tener un trabajo precarizado, a ser víctimas de los engaños de los bancos, de las isapres, de la colusión de las farmacias, del robo del agua por las grandes empresas mineras, la industria hortofrutícula o las grandes forestales que han depredado el sur de Chile. Es la impotencia de ver como los grandes empresarios que se coluden para subir los precios, que cooptan a la clase política por medio del financiamiento de sus campañas, y que frente estos delitos, solo reciben como sanción, asistir a una clases de ética.

La evasión masiva del pasaje del metro, en respuesta al alza del pasaje decretado por el gobierno de Sebastián Piñera, que comienza a darse desde el pasado miércoles 16 de octubre por un grupo de estudiantes, fue la mecha que encendió este estallido social. Un despertar de las conciencias que parecían estar dormidas, anestesiadas por los cantos de sirenas del neoliberalismo. Es la rebelión contra la oligarquía y sus privilegios ilimitados.

Frente al rugir de los “patipelados” (como nos diría la presidenta del Partido Unión “Demócrata” Independiente, UDI), Sebastian Piñera, se dirige al país el 20 de octubre, para decir que “estamos en guerra contra un enemigo poderoso”, sin hacer la más mínima mención al problema de fondo: la desigualdad, generada por la razón neoliberal. Pero Piñera no se equivoca, en realidad tiene razón, el neoliberalismo, la clase empresarial, la oligarquía criolla es un enemigo poderoso, y tiene recursos materiales y simbólicos para enfrentar a los “patipelados”. Por ello, no se debe caer en la provocación, ni menos centrar el foco en el vandalismo y saqueos que hoy parece ser el problema central para los medios de comunicación. Es la desigualdad profunda, versus los privilegios de unos pocos lo que debe ser el centro del debate y sobre lo cual los medios de comunicación han hablado muy poco ¿cómo va a ser sano para una sociedad que el 1% se lleve casi el 30% de la riqueza del país, y el 50% recibe menos de un 3% de lo que se produce?. Pero del vandalismo, el de los poderosos, del lumpen empresarial, que ha actuado sin vergüenza, sin escrúpulo, y que además, se siente ofendido cuando se le cuestiona, no se habla mucho en los medios de comunicación, salvo en aquellos más bien de carácter alternativos.

Hasta aquí, lo que tenemos, es un hecho objetivo: un estallido social sin precedentes en lo que va de esta democracia pactada. Es también, el fracaso del proyecto neoliberal, impuesto a gran parte de los países de América Latina y El Caribe, en los años noventa por medio de aquel “consenso de Washington”. Por lo mismo, no es causalidad, que a menos de un mes del estallido social en Ecuador, se produzca este rugir de los excluidos/as en el país que fue el laboratorio del proyecto neoliberal, y que se transformó en el ejemplo a seguir (según el discurso de los intelectuales orgánicos del neoliberalismo).

Pero hay algo que también es preocupante. Gran parte del mundo intelectual, y sin duda la clase política chilena, no ha levantado un proyecto alternativo a la racionalidad neoliberal. Los intelectuales críticos, que tuvieron un rol fundamental en los años sesenta, no solo en lo que fue la producción generada en torno a la Teoría de la Dependencia, sino en el amplio debate por una transformación de las relaciones sociales y económicas, salvo excepciones, hoy esos debates están ausentes y no en menor medida, excluido de las universidades, o centros de pensamiento. Por ello, hoy más urgente que nunca, se requiere de un debate de ideas, no para reformar este modelo, sino para reemplazarlo. No se trata simplemente de avanzar en las reformas impulsadas por los gobiernos postdictdura. No se trata de hacer una reforma, como lo planteaba la Ministra Cecilia Pérez, refiriéndose al proyecto de reformas al sistema de pensiones. Se trata de proponer una transformación profunda al modelo de sociedad que se nos impuso en dictadura. Se trata de levantar una propuesta para cambiar las bases ideológicas de este modelo, que está expresada fundamentalmente en la Constitución, que es el eje neurálgico de este modelo, es la expresión jurídico-ideológica de protección, ante todo,
de la propiedad privada, o dicho de otro modo, de los mezquinos intereses del empresariado.

Los intelectuales orgánicos del neoliberalismo, ha creado el cemento ideológico que sostiene este modelo. Hoy es el llamado a que los intelectuales críticos, se concentren en levantar un nuevo relato. Ese nuevo sentido común, para sentar las bases de esta necesaria reforma cultural y moral. Hoy, el protagonista de la historia, vuelve a ser el pueblo, la clase asalariada. El fin de la historia no ha llegado, pero si está llegando el fin del neoliberalismo.

Luis Vivero Arriagada

Académico Coordinador Red de Escuelas de Trabajo Social Universidades del CRUCH.

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